CUARTO
DOMINGO DE CUARESMA – (DOMINGO DE LAETARE)
Ø
El cuarto domingo de Cuaresma se llama
domingo de laetare por las palabras con las que se inicia la antífona o
verso de entrada de la Misa del día. Dice en latín “Laetare Jerusalem”
es decir “alégrate Jerusalén”.
Ø
Este verso de entrada está tomado del
profeta “Tercer Isaías” 66,10-11
Ø
Estamos invitados a la alegría porque
está cercana la Pascua, y ya queda menos del camino cuaresmal.
Ø
Dejemos que la Palabra de nuestro Dios
nos penetre y nos transforme, meditemos con atención.
LIBRO DE JOSUÉ
v
El libro de Josué se encuentra después
del Deuteronomio
v
Es imprescindible para completar el
relato del Pentateuco
v
Es, podríamos decir, la prueba del
cumplimiento de las promesas hechas a los Padres
v
El pueblo ya ha entrado en la tierra
prometida y celebra la primera Pascua con los frutos del país, y cesa el maná
que había alimentado al pueblo durante su camino por el desierto.
v
La tierra prometida se da con una
condición para seguir teniéndola, la fidelidad.
v
Podríamos decir muchas cosas al respecto
de esta realidad, compararlo con nuestra vida terrena en que la Eucaristía nos
alimenta hasta nuestra entrada en la verdadera tierra prometida, la casa de
nuestro Padre Dios, que llamamos el cielo.
PRIMERA LECTURA Jos 5, 9a. 10-12
·
El pueblo de Israel ha
recorrido el desierto, ha andado errante, nómada durante 40 años, ahora ya ha
entrado o está entrando en la tierra que fue prometida a los padres.
·
Están en la llanura de
Jericó. Jericó era ya una ciudad próspera, hermosa. Ciudad atractiva por sus
fuentes y sus palmeras. Cómo debió admirar a aquellos hombres y mujeres que
llevaban toda una vida viendo solo arenas del desierto y buscando oasis donde
reposar.
·
Abraham, el primero en
recibir la promesa, nunca vio esta tierra, tuvo sus dudas, preguntó, pero como
dice Pablo creyó en la palabra que el Dios que el no conocía hasta entonces, le
había dado. Tu descendencia, no él, sino su descendencia poseería la tierra.
·
Dice un comentarista,
Israel comprendió el valor de este don, la tierra, y la exigencia “la fidelidad”
cuando perdió la tierra por el destierro a
Babilonia.
·
Ya que están en la tierra,
ya no necesitan más el maná, porque la tierra que Dios les da mana “leche y
miel” es decir es fértil, da buenos frutos, ofrece todo lo bueno que puede ofrecernos
la creación que Dios ha hecho para que podamos vivir en ella.
SALMO RESPONSORIAL – Sal. 33, 2-3. 4-5. 6-7
R. (9a) Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo. R.
R. Haz la prueba y verás qué bueno
es el Señor.
Proclamemos la grandeza del Señor,
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todos mis temores. R.
R. Haz la prueba y verás qué bueno
es el Señor.
Confía en el Señor y saltarás de gusto,
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias. R.
R. Haz la prueba y verás qué bueno
es el Señor.
ü Repetimos en cada estrofa “haz la prueba
y verás…” ¿qué tengo que probar?
ü Lo que tengo que “atreverme a probar” es
lo que dice la penúltima estrofa “cuando acudí al Señor, me hizo caso…” A esto
me tengo que atrever a pedir con confianza, seguro de que Él me escucha.
ü Al final del salmo el salmista nos da la
razón para esta seguridad de la fe “porque el Señor escucha el clamor de los
pobres…”
ü ¿Me siento pobre? O por el contrario ¿me
siento “prepotente, poderoso, autosuficiente que no necesito de nada ni de
nadie?
ü La prueba será entonces creer aunque no sienta
la fuerza, pidámosla y se nos dará, pidamos y estemos seguros de que el Señor
nos responderá, a su manera, que necesitamos aprender.
ü
Pidámosle
a Jesús, nuestro Maestro, que nos enseñe a creer, y “hacer la prueba”.
SEGUNDA LECTURA- Segunda carta de Pablo a los Corintios
§
Pablo
nos habla de la reconciliación
o
Quien
está en Cristo es porque ha sido reconciliado y es por lo tanto una creatura
nueva, porque el mundo antiguo ha pasado.
o
Dios
nos reconcilia consigo en Cristo
o
Y
Dios nos ha dado a todos el ministerio de la reconciliación, poniendo en
nosotros la palabra de la reconciliación. La palabra es Cristo, el Hijo
encarnado.
o
Dice
Pablo que somos pues embajadores de Cristo, el embajador habla en nombre de
quien le envía
o
Es
Dios mismo el que nos envía y que nos llama y nos pide “En nombre de Cristo les
pedimos “Déjense reconciliar con Dios”.
o
Porque
a quien no conoció pecado, Dios lo
hizo “pecado” por
nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos
justos y santos.
o Reflexionemos y meditemos en oración
esta última afirmación de la carta de Pablo, nos puede hacer mucho bien.
EVANGELIO – Lc 15,1-3,11-32)
La
introducción al capítulo 15 de Lucas, donde encontramos tres parábolas propias
de Lucas, llamadas las parábolas de la misericordia, nos dice que Jesús dice
esta parábola como en respuesta a lo que piensan y dicen los fariseos y
escribas “ese acoge a los pecadores y come con ellos”.
La
parábola del hijo pródigo que podríamos decir del Padre bueno, nos cuenta la
historia de una situación familiar que puede ocurrir en muchos lugares. Un hijo
descontento e insolente que pide la herencia que no le corresponde hasta
después de morir su padre.
Un
padre que no pelea y se la da, seguramente con el dolor y temor de lo que pueda
hacer con estos bienes que han costado tanto de ganar.
El
hijo se va contento, rico, libre, sin responsabilidades y malgasta todo cuanto
no le ha costado nada adquirir, cuando todo se acaba se acaban también los
“amigos”.
Siente
hambre y tiene que trabajar en pésimas condiciones y en esta situación límite,
cuando ha tocado fondo, como decimos, entonces tiene tiempo para acordarse de
su padre, de lo bien que su padre trata a los empleados y mucho más a los hijos
y desea volver.
Seguramente
lucha con este pensamiento o invitación interna que le da el Padre Dios, y al
final se deja vencer, se levanta y va.
Su
padre que lo ha estado esperando durante tanto tiempo o anos, le sale al camino
y viéndolo andrajoso, sucio, con señales de su sufrimiento y humillación corre
hacia él y no le deja terminar de decir su confesión. Dice a sus criados
traigan la túnica, el anillo, las sandalias… todo cuanto le pertenece por ser
hijo, porque es hijo y no asalariado.
El
perdón es total, es la alegría no solo de quien es perdonado, sino del Padre y
de los ángeles de cielo, porque un pecador ha regresado a casa. Y hay fiesta no
solo en el cielo sino en la tierra en la casa de este hijo afortunado de tener
un padre tan bueno y misericordioso.
Un
padre que no le reprocha, sino que lo acoge, pues bastante reproche tiene con
su humillación y sufrimiento.
Empieza
la fiesta, ¿por qué empezó la fiesta antes de que llegase el otro hijo, el
hermano del que regresó? No sabemos por qué Jesús contó la parábola así.
Al
regresar el hijo mayor que está trabajando en el campo, se sorprende de la
música, baile, fiesta y mucho más cuando sabe que es para obsequiar al que se
fue con la herencia y la malgastó con amigos y amigas. Malgastó lo que el padre
y él, el hijo mayor, habían trabajado con tanto sacrificio.
Siente
ira, rencor, se siente abandonado por el amor de su padre
En
cambio el padre nunca ha pensado que al no decirle nada, no agradecerle su
trabajo iba a causar este dolor en el hijo “tantos años que te sirvo y nunca me
has dado….. podría decir nunca has hecho fiesta, nunca me has hecho sentir que
me amas…” Quien sabe lo que había en la mente de Jesús cuando nos contó esta
parábola, tal vez una invitación a mirar
nuestra vida y ver quien somos de los tres personajes o si somos los tres en
diferentes circunstancias de nuestra vida.
La
tristeza es que el mayor por su enojo se priva de gozar del gozo de su padre y
también de su hermano menor. No dejemos que nos pase esto. Hablemos, conversemos,
aclaremos situaciones en nuestras relaciones familiares y más íntimas para
encontrar un punto común donde podamos coincidir y empezar de nuevo.
RINCON CLARETIANO
MADRE FUNDADORA
Esta breve noticia, pero compendiosa, sin apartarse un punto de la Regla
que Nuestro Señor me mandaba escribir, llenó mi corazón y mi alma de una santa
alegría tanto, que por un largo espacio no podía contener las lágrimas, viendo
la grande obra que va a hacer el Señor. En estas breves palabras que me dijo Su
Divina Majestad me hizo comprender tantas y tan grandes cosas de esta santa
alma[Padre Claret], que me quedé como fuera de mí, creo perdí los sentidos del
cuerpo, mientras las potencias del alma se ocupaban en admirar cuánto puede la
gracia de Dios en un alma. Vi o entendí, no sé explicar de qué manera, cómo
dejaba Dios Nuestro Señor al arbitrio de esta santa alma los intereses de su
Iglesia, y cómo si de él dependiera el poner en pie la Ley Evangélica, y me
parecía que Su Divina Majestad le decía: «Gracia te he dado para ello». Conocí
que esto era una gracia singularísima que sólo ha concedido Dios a los Santos
Apóstoles, y vi cómo Nuestro Señor Jesucristo se lo rogaba de un modo que yo no
sé cómo encarecer.[1]
PADRE FUNDADOR
A los diez
años me dejaron comulgar. Yo no puedo explicar lo que por mí pasó en aquel día
que tuve la imponderable dicha de recibir por primera vez en mi pecho a mi buen
Jesús... Desde entonces siempre frecuenté los santos sacramentos de Penitencia
y Comunión, pero ¡con qué fervor, con qué devoción y amor!... Más que ahora,
sí, más que ahora. y lo digo con la mayor confusión y vergüenza. Ahora que
tengo más conocimiento que entonces, ahora que se ha agregado la multitud de
beneficios que he recibido desde aquellos primeros días, que por gratitud
debería ser un serafín de amor divino, soy lo que Dios sabe. Cuando comparo mis
primeros años con los días presentes, me entristezco y lloro y confieso que soy
un monstruo de ingratitud.[2]
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