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En este cuarto domingo de
Cuaresma el centro de las lecturas es la obra maestra de la parábola del Hijo
pródigo.
v
Ciertamente que debería
llamarse la parábola del padre bueno, pues el personaje central de este relato
es el padre, imagen del verdadero Padre bueno, el Padre de Jesús que él ha
querido compartir con nosotros “mi Padre y Padre de ustedes” nos dijo en la
tarde de la resurrección.
v
Veamos qué nos dicen las
diferentes lecturas de este domingo
PRIMERA LECTURA Jos 5,9.10-12
·
El libro de Josué es el primero
después del Pentateuco, señala una nueva etapa en la vida del recién nacido
pueblo de Israel.
·
Hasta ahora han sido un pueblo
nómada que camina por el desierto en busca de la tierra prometida a los padres.
·
Ya están en la tierra, tendrán
que aprender a ser un pueblo sedentario, de agricultores.
·
Tendrán también que adaptar sus
prácticas religiosas a su nueva vida para que mantengan su sentido y puedan
alimentar su fe.
·
Veamos la lectura de hoy:
o
Dios les hace caer en cuenta
que ha quitado de ellos el oprobio la humillación que sufrieron en Egipto.
o
Ya están en la tierra y
celebran por primera vez la Pascua en la tierra prometida.
o
Ese mismo día desaparece el
maná porque ahora ellos cultivan la tierra que les dará los frutos necesarios
para alimentarse.
SALMO RESPONSORIAL Sal 34
GUSTAD
Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor;
que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y los salvó de sus angustias.
SEGUNDA LECTURA 2 Cor 5,17-21
Ø
Pablo habla a su comunidad de
Corinto de la novedad de quien está en Cristo.
Ø
Empezamos a estar en Cristo en
nuestro bautismo donde fuimos hechos nuevas criaturas.
Ø
Les recuerda que lo viejo ya
pasó, el pecado borrado ya no existe, pasó. En la parábola del hijo que
regresa, sus pecados ya pasaron, el Padre no los recuerda ya más.
Ø
Les dice que todo esto ha sido
posible por la iniciativa llena de amor de Dios en Cristo que nos reconcilió
con el Padre.
Ø
Y esta reconciliación que
Cristo ha hecho en la cruz nos la entrega a nosotros la Iglesia para que seamos
ministros de reconciliación en el mundo.
Ø
Pablo nos dice que al ser
ministros de la reconciliación hemos de anunciar a nuestros hermanos y hermanas
“déjense reconciliar con Dios”
Ø
Pues Dios cargó nuestros
pecados sobre su Hijo que no tenia pecado, para que en él pudiéramos nosotros
participar en la justicia y perfección de Dios es decir
pudiéramos ser salvos.
EVANGELIO Lc 15,1-3.11-32
El marco en que está encuadrada
esta maravillosa historia se nos relata en los versos del 1-3
o
Jesús está rodeado de
“pecadores” = publicados y pecadores
o
Los fariseos que también se
encuentran cerca, pero no con el deseo de los pecadores, sino con la intención
de ir juzgando lo que hace “acoger bien a esos que ellos consideran perdidos”
o
Jesús en respuesta a estos
sentimientos que albergan en su corazón nos cuenta a todos esta parábola,
porque en todos nosotros se encuentran el “pecador” y el “fariseo que juzga”.
o
Parábola del Hijo prodigo tal
vez mejor Parábola del Padre bueno.
o
Esta parábola tiene varias
escenas, vamos a verlas una por una:
o
Escena del hijo que pide su
herencia y se va de casa:
§
Dame la herencia. Petición
extraña e insolente, las herencias se reciben cuando muere quien nos la da. Es
como querer anticipar la muerte de su padre para su propio provecho.
§
El Padre se la da, no discute
con él. Seguramente le duele, pero no dice nada. Al contrario reparte sus
bienes entre los dos hijos.
§
El hijo se va de casa a una
tierra lejana. Tierra lejana puede indicar aquí su lejanía de la casa, o más
todavía su lejanía del amor a su padre, está cerca físicamente y ahora se va
lejos, pero siempre ha estado lejos de su padre en su corazón.
§
Aquí se corre el telón sobre la
primera escena.
o
Escena del hijo en tierras
lejanas y del padre que sale al camino
§
Esta escena es doble por una
parte ¿qué hace el hijo en tierras lejanas con toda la herencia que tiene? ¿qué
hace el padre en casa?
§
El hijo se dedica a una vida de
fiesta, de inmoralidad, y tiene muchos amigos de su dinero, compañeros y
compañeras de sus vicios.
§
El padre en su casa sale cada
día al camino para ver si lo ve volver, los padres conocen a sus hijos y sabe
que tarde o temprano regresará. Desea verlo y tenerlo aunque el hijo no lo ame,
él si lo ama.
§
Regresemos al hijo, se le ha
acabado el dinero y también los amigos. Experimenta soledad, desilusión y
hambre. Su degradación es progresiva y llega al colmo cuando se pone a trabajar
cuidando cerdos, animal que pertenece al grupo de los animales impuros, un
judío no puede hacer un trabajo tan degradante para ellos como cuidar
cerdos. Aquí toca fondo en su dignidad.
Y decide “regresaré…”
§
El padre sigue saliendo al
camino cada día para ver si llega.
o
Escena del regreso y de la
llegada a casa
§
El padre que sale cada día lo
ve venir de lejos, lo reconoce porque es padre y conoce a sus hijos, porque el
hijo regresa sucio y andrajoso. Corre hacia él no espera que llegue. Esto no es
la costumbre de Israel, las personas ancianas no corren, camina, y menos correr
hacia el hijo más joven.
§
El hijo le dice las palabras
que ha preparado por todo el camino “he pecado… no soy digno… acógeme como
jornalero.”
§
El padre no le deja decir todo
“padre he pecado… no merezco ser llamado hijo tuyo…” Pronto traigan todo le corresponde como a
hijo: sandalias, túnica, anillo…. Hagamos fiesta
§
La razón de la fiesta es que
estaba muerto y vive, perdido y ha sido hallado.
§
Empieza la fiesta en que el
padre rebosa de alegría.
o
Última escena – el hijo mayor
§
Regresa de su trabajo en el
campo, oye la música, los gritos de gozo, el baile…. Qué está pasando? Pues
desde que se fue este “hijo de mi padre,” aquí todo era
tristeza.
§
Tu hermano ha regresado, tu padre
está tan contento de tenerlo de nuevo sano y salvo que ha hecho matar el
ternero cebado y ha convocado una fiesta.
§
El hijo mayor se enoja y no quiere
entrar en la fiesta. El padre sale a suplicarle humildemente que entre, “todo
lo mío es tuyo, tú estás siempre conmigo”
§
No sabemos si entró, pues Jesús nos
deja en suspenso, tal vez porque este hijo somos nosotros, miembros de la
comunidad de fe que intentamos ser fieles, ¿estamos dispuestos a entrar en la
fiesta porque nuestros hermanos “pecadores” o que se han ido, regresan a casa?
§
Una gran reflexión de esta parábola
es reconocer que estos dos hijos somos todos nosotros, unas veces somos el
joven y otras el mayor. Unas veces pecamos alegremente porque nos agrada la
tentación de hacer aquello que me gusta sin contar con nadie, y otras queremos
ser tan “justos” que pasamos juicio negativo sobre todos cuantos no son tan
“cumplidores” como nosotros.
§
Leí una vez un libro de Henri
Nouwen en el que nos cuenta que un buen amigo suyo le dijo un día, que a pesar de que somos estos dos hijos que
no acabamos de conocer a nuestro padre, estamos llamados a ser como el Padre,
llenos de misericordia y de gozo por lo bueno que hay en cada persona.
Muchas
veces vi en aquel tiempo, que creo hará once o diez años, a Dios Nuestro Señor
en figura de un hermosísimo Niño, como durmiendo en los brazos de María
Santísima, y fuéme dicho que así descansaba en mi corazón; y así realmente se
me daba a sentir Dios Nuestro Señor en los brazos de mi alma después de haber
comulgado. ¡Qué finezas de un Dios amante! pues todo era su amor, porque no
hallaba en mí correspondencia. ¡Oh ingratitud mía, que tanto he ofendido a
quien tanto me ha amado! María Antonia París, Fundadora de las
Misioneras Claretianas, Autobiografía 71
Además de
la mortificación de la vista, oído, lengua, gusto y olfato, procura(ba) hacer
algunos actos de mortificación, v. gr.: el lunes, miércoles y viernes tomar en
cada uno de estos días una disciplina, y los martes, jueves y sábados ponerme
el cilicio; y, si no se me proporcionaba lugar para la disciplina, tomaba otra
cosa equivalente; v. gr.; rezaba con los brazos en cruz o con los dedos debajo
de las rodillas. San Antonio María Claret, Fundador de
las Misioneras Claretianas, Autobiografía 411.
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