30º DOMINGO DE TIEMPO
ORDINARIO – C – 2022
v Seguimos
meditando en el tema de la oración que hemos visto en los dos domingos anteriores.
v Hoy
vamos a meditar sobre la necesidad de pedir perdón de reconocernos pecadores.
v La
petición de perdón, porque nos sabemos
pecadores, es requisito para empezar nuestra celebración Eucarística y también
nuestra oración pesonal.
v Pedir
perdón, no con miedo, sino con la
confianza de quien se sabe amado/a por el Dios que se ha hecho carne para
habitar entre nosotros, ser uno de nosotros.
LIBRO DEL SIRÁCIDE
v Este libro se ha llamado también
Eclesiástico, ha sido muy usado y sigue usándose en muchas celebraciones litúrgicas de la Iglesia.
v Es el único libro del Antiguo
Testamento del que sabemos su autor, lugar, lengua, tiempo en que fue escrito y
fue traducido, pues todo esto se encuentra en el libro mismo.
v Este libro
o Fue escrito alrededor del 180 a.C.(
antes de Cristo), en Jerusalén. En
un tiempo en que Israel estaba dominado por la cultura helenista que había
causado una pérdida considerable de la tradición y de la fe de Israel en las
nuevas generaciones.
o Su autor fue Jesús (Prólogo 3) Ben
Sira, es decir Jesús hijo de Sira, escrito en lengua hebrea
o El traductor del hebreo al griego en
Egipto fue el nieto
del autor original (Prólogo 5) en el año 132 a.C.
v Cultura helenista quiere decir lo mismo
que griega.
v El autor desea ayudar a sus hermanos
judíos a recobrar el sentido de su fe y lo mismo a las nuevas generaciones.
v El libro pertenece al grupo de los
Libros Sapienciales y en cuanto a su aceptación como libro revelado la Iglesia
católica así lo reconoce, en cambio los hermanos cristianos de otras
tradiciones así como los judíos no lo reconocen como libro revelado, por lo
cual se le considera "deuterocanónico," es decir perteneciente a la
segunda lista de libros reconocidos como revelados (deutero = segunda u otra,
canónico viene de canon=lista) . Los libros del Antiguo Testamento aceptados
como revelados por todos los cristianos y los judíos se llaman
"canónicos".
PRIMERA
LECTURA Sir 35,12-14. 16-18
Ø El Señor, nuestro Dios, no es parcial, no tiene preferencias
nos trata a todos por igual
Ø Si tiene alguna preferencia que ha
demostrado a lo largo de nuestra historia ha sido hacia el más pequeño, es decir el más vulnerable, el más pobre, el
abandonado, el más humilde.
Ø Y por eso Dios no está sordo al
o
Llanto del huérfano
o
Ni cuando la viuda derrama sus quejas
Ø Y añade el autor del libro:
o
Dios escucha al que le sirve
o
Su oración llega hasta el cielo
Ø La oración del pequeño
o
Atraviesa el cielo
o
No descansa hasta su finalidad
o
Ni se retirará hasta que el Altísimo Juez responda
o
Y juzgue justamente
Ø Y termina diciendo “El Señor no se retrasará”
Ø Y ¿qué pasa cuando nosotros
experimentamos que no se da prisa en responder?
Ø Sólo Él puede darnos a cada cual la
respuesta adecuada para nosotros, para nuestra vida.
Ø Conversemos íntimamente con Él en
nuestros tiempos de oración silenciosa y amorosa.
Ø Cuando experimentamos su silencio, tal
vez es porque nuestro corazón no está abierto a su presencia, o se deja llevar
de nuestros propios intereses, o no estamos preparados para recibir lo que
pedimos.
Ø El evangelio
del domingo pasado decía “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe
sobre la tierra?"
Ø Reflexionemos
en la oración sobe nuestra fe, ¿de
verdad creemos, confiamos que el Señor atiende lo que le pedimos? Pero lo hace
a su manera y en su tiempo.
Salmo responsorial Sal
34:2-3, 17-18, 19, 23
R. (7a) El Señor no está
lejos de sus fieles.
Bendeciré
al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R.
El Señor no está lejos de sus fieles.
En contra del malvado está el Señor,
para borrar de la tierra su recuerdo.
Escucha, en cambio, al hombre justo
y lo libra de todas sus congojas.
R.
El Señor no está lejos de sus fieles.
El
Señor no está lejos de sus fieles
y levanta a las almas abatidas.
Salve el Señor la vida de sus siervos.
No morirán quienes en él esperan.
R.
El Señor no está lejos de sus fieles
·
Después de
escuchar la primera lectura, toda la asamblea repetirá: El Señor no está lejos
de sus fieles”, en cambio en la Misa celebrada en inglés repetiremos “El Señor
escucha el grito del pobre.”
·
Ciertamente
el Señor no está lejos, está tan cerca que escucha el grito del pobre, del que
sufre cualquiera de las muchas pobrezas que existen en nuestro mundo.
·
Al leer
esto me viene a la mente lo que dice Dios a Moisés en el Éxodo: He visto, he
escuchado… su dolor….. vengo a liberarlos, a sacarlos de esta situación.
·
Dios es
siempre el mismo, si así hizo con aquel pueblo de esclavos, lo mismo ha seguido
haciendo a lo largo de la historia, y esto es la seguridad que tenemos que
cualquiera que sea nuestra situación de opresión , dolor y humillación, Él
vendrá a liberarnos en el momento oportuno, sin tardanza.
EVANGELIO
LUCAS 18,9-14
La parábola del domingo pasado era una situación entre un
juez corrupto y una viuda necesitada de que le hiciesen justicia.
Hoy la parábola se trata de dos hombres que han ido al
templo a orar, ¿qué pasa en esta oración que cada cual hace?
Jesús como verdadero artista, con dos pinceladas nos
pinta un cuadro que vale más que cientos de palabras y de reflexiones
teológicas y que despierta nuestra curiosidad y nuestra atención.
Uno de los hombres, es un fariseo, el hombre respetable y
grandemente respetado por el pueblo. Ciertamente los fariseos, a los que
nosotros no queremos, eran personas buenas que deseaban cumplir la Ley para
salvarse, para ser reconocidos por todos como personas íntegras. Pero
recordemos lo que Jesús les dijo en una ocasión, ”ustedes limpian la copa por
fuera, pero se olvidan de limpiara por dentro”.
Ha venido a orar, y le cuenta a Dios lo bueno que él es,
como no se parece a ninguno de estos maleantes, como por ejemplo ese otro que
está también delante de Dios, como él.
Le hace a Dios una lista de sus buenas obras, por si
acaso Dios no se ha dado cuenta.
La otra parte del cuadro nos describe al otro hombre, que
es un publicano, lo peor de la sociedad, pues se enriquece con el dinero de los
demás y sobre todo que recoge dinero para el poder opresor "Roma"
Este hombre no tiene nada que presentarle a Dios,
solamente su miseria, que él reconoce y por lo tanto su oración es una petición
de perdón, petición de ser purificado de su pecado, de ser aceptado a pesar de
no tener nada que ofrecer, solo su miseria.
Uno ora no da gracias ni pide, el otro solo sabe pedir
perdón reconociendo lo bajo que ha caído.
Con gran sorpresa de nuestra parte y de las gentes del
tiempo de Jesús, Él nos dice que de los dos el que regresó a casa justificado,
es decir con sus pecados perdonados, hecho nuevo, fue el publicano no el
fariseo. ¿Por qué será?
Seguramente porque uno habló de verdad con Dios, se
presentó ante Dios tal como era, aceptando su miseria, y Dios tiene una
debilidad especial hacia todo cuanto es pequeño, pobre y necesitado. Su amor no
puede resistir al grito del pobre que clama.
En cambio el fariseo no hablaba con Dios, hablaba consigo
mismo, estaba totalmente engreído, endiosado de si mismo, naturalmente lo que
hizo no fue oración y no alcanzó la purificación de sus pecados, más bien sumó
otro a los que llevaba al entrar en el templo.
Esta parábola tan bonita y sencilla, tiene que
cuestionarnos, nosotros también necesitamos preguntarnos si nuestra oración,
nuestra conversación nace del amor a nuestro Padre Dios, o nace del amor
equivocado a nosotros mismos. Yo puedo reconocer lo bueno que he hecho, pero
para dar gracias a Dios que es quien ha hecho posible esta obra mia.
Es preciso que nos preguntemos ¿cómo me veo ante Dios y
ante mi mismo?
Nuestra felicidad está en la verdad y en la aceptación de
quien somos de verdad, bienaventurados nosotros si nos reconocemos pobres e
indigentes ante nuestro Padre, pues él se inclinará y nos levantará, como hace
un padre con su hijo o hija cuando cae.
SEGUNDA
LECTURA 2 Tm 4,6-8.16-18
§ Este fragmento de la carta a Timoteo
tiene dos partes. En la primera Pablo hace un recuento de su vida, la mira como
quien ha llegado o estar por llegar a la
meta. Como el atleta que está a punto de cruzar la línea que marca su
llegada.
§ En la segunda habla con dolor, como con
queja, de su juicio en que no se queja del juicio sino de la soledad en que lo
dejaron todos.
o
Pide que el Señor no se lo tenga
en cuenta, como hizo Jesús en la cruz “Padre perdónalos….” O el diácono Esteban “Señor no les tengas
en cuenta este pecado….”.
o
Luego como hablando consigo mismo se da cuenta que el Señor es quien ha estado con él siempre, que le ha dado la
fuerza para anunciarlo a los gentiles.
o
El Señor es quien lo
protege y lo protegerá hasta llevarlo a su reino.
§ Termina este fragmento diciendo “A Él
la gloria por siempre. Amen”.
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Seguimos copiando fragmentos del folleto
de estudio “La Vision Inicial” esto nos ayuda a entender cómo esta experiencia
inicial de María Antonia la tocó profundamente y cambió su vida, y también ha
tocado la vida de cada Misionera claretiana y de cuantos se sienten tocados por
esta espiritualidad. El carisma lo da el Señor a la Iglesia para una misión
determinada y por lo tanto lo pueden vivir tanto religiosas, como laicos, como
sacerdotes.
4.2 Un signo exterior
Es la prenda, la garantía de la
ayuda de Dios en el cumplimiento de su misión. Se trata de que la persona enviada
tenga la seguridad de que es Dios que la ha enviado, de que no se equivocado,
de que no ha sido una presunción ni una falsa interpretación (Cfr. Ex. 3, 12).
El signo exterior que Dios le dio a la Sierva de Dios fue la presencia de San Antonio María Claret en la Iglesia de su tiempo:
Me dijo Nuestro Señor señalándome con el dedo a Mosén Claret...: “Este es, hija mía, aquel hombre apostólico que con tantas lágrimas, por tantos años seguidos me has pedido” (Aut. 19).
Ahora bien, a pesar de esta doble perspectiva del signo: desde el interior, es decir, desde su configuración con la Ley Santa de Dios y Consejos Evangélicos; y desde el exterior, es decir, desde la presencia del P. Claret en la Iglesia, el signo definitivo es la eficaz y permanente asistencia del Señor en el cumplimiento de la misión que se le ha confiado; es decir, el mejor signo es la realización misma de la misión. Cada dificultad superada es un signo de que Dios le presta su ayuda; y de que se la seguirá prestando. Dios le había dicho a la Madre Fundadora: “Yo lo tengo todo para ti”. Y siempre estuvo segura de que sería así: Yo me afirmé tanto en ello que jamás he confiado en ningún otro (Aut. 59).
BIBLIOGRAFÍA
ALVAREZ, GOMEZ, cmf. La visión inicial.
PAGOLA, José Antonio. El camino abierto por Jesús. Lucas.
SAGRADA BIBLIA. Versión oficial de la
Conferecia Episcopal Española.
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