SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
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El
tema del domingo pasado era la “vocación o llamada” del Señor y la respuesta de
quienes eran llamados.
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Hoy
en este sexto domingo del tiempo ordinario el tema principal es la “felicidad”
¿Dónde se encuentra? Y como siempre nos encontraremos de frente a la paradoja
que parece haber en la respuesta que Jesús nos da de donde encontrar la
felicidad. Veamos que nos dicen las lecturas de este domingo.
PRIMERA LECTURA – Jer 17,5-8
Ø Ya nos hemos encontrado con Jeremías en
diferentes ocasiones. Hoy nos habla de quien es bendito y quien es maldito. Es
maldito quien pone su confianza en otro ser humano y es bendito o bendecido
quien pone su confianza sólo en Dios.
Ø L descripción que hace el profeta de quien
es maldito, en muy gráfica.
Ø Quien no pone su confianza en Dios y en
cambio la pone en otro ser humano será como un cardo…
o
Todos
hemos visto cardos, son duros, llenos de espinas, poco atractivos
o
Dice
el profeta que el cardo vive en tierra seca que no ve nunca la lluvia
o
Por
tanto vivirá siempre en la aridez del desierto
Ø Esto es lo que le pasa a quien abandona al
Señor por la criatura, vive siempre en la infelicidad y en la necesidad de algo
más que nunca consigue.
Ø Ahora el profeta en el segundo párrafo nos
dice que quien confía en el Señor es como un árbol plantado junto al agua
o
Hunde
sus raíces en agua, así siempre se refresca y renueva
o
No le
afecta ni el calor ni la sequía pues tiene abundancia de agua
Ø Podríamos decir que quien confía en el
Señor tiene dentro la fuente de agua viva de que habló Jesús a la Samaritana
Ø ¿Y cual es esa fuente de agua interna?
Jesús a quien hemos acogido, abierto la puerta de nuestro corazón, en quien
confiamos aunque no lo hemos visto nunca, Él es la felicidad plena.
SALMO RESPONSORIAL – Sal 1
R. (Sal 39, 5a) Dichoso el
hombre que confía en el Señor.
Dichoso aquel que no se guía
por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos. R.
R. Dichoso el
hombre que confía en el Señor.
Es como un árbol plantado junto al
río,
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito. R.
R. Dichoso el
hombre que confía en el Señor.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo. R.
R. Dichoso el
hombre que confía en el Señor.
v
Este salmo es un elogio al hombre que es dichoso, y nos
dice las razones para esta dicha
v
El salmo responsorial tiene 3 estrofas después de las
cuales repetimos: Dichoso el hombre que
confía en el Señor
v
Veamos por qué es dichoso ese hombre
o
Porque no sigue el ejemplo de los malvados o de los que
se alejan de Dios
o
Porque ama la ley de Dios
v
La segunda estrofa es una explicación o descripción de
sus bendiciones
o
Es como un árbol plantado junto al río. Esto mismo nos
decía el profeta Jeremías en la primera lectura
o
Siempre da fruto y nunca se seca o marchita.
o
El que sigue la ley del Senor sabemos que siempre
experimentará la novedad de Dios, la juventud que da el amor de Dios que
siempre es nuevo. A pesar de su ancianidad seguirá dando frutos, como dice otro
salmo.
v
La tercera estrofa nos dice la suerte de quien pone su
confianza en el ser humano, en si mismo, en las posesiones.
o
El hombre malvado es como paja que se la lleva el viento
o
Los caminos que sigue lo conducen a la perdición
o
Y no hablamos de perdición eterna, se trata de perdición
en esta vida, la maldad no lleva a nada bueno, no proporciona ninguna felicidad
pues al seguir caminos errados andamos con miedo de perder lo que hemos
adquirido, miedo de perder las riquezas, miedo de perder el prestigio, miedo de
que cuando ya “no sirvamos” para lo que quiere el mundo, entonces perderemos
también el amor.
o Repitamos en nuestro
corazón el responsorio adaptándolo a nuestra propia vida: Dichoso seré yo
(Juan, Jaime, María, Erika, Javier, Silvia Marie, Patricia, Manuel….) cuando
confíe plenamente en mi Señor y Redentor Jesús.
EVANGELIO – Lc 6,17.20-26
Hoy tenemos la lectura de las bienaventuranzas en la
versión de Lucas.
Tanto en el evangelio de Mateo como en el de Lucas
encontramos el texto de las bienaventuranzas como introducción al sermón de la
montana en Mateo y de la llanura en Lucas
Escuché una vez un profesor de Escritura que nos decía
que cada evangelista quiere decirnos algo sobre este sermon en el título que
tiene. La montana implica un esfuerzo el subirla para poder escuchar el sermón,
en cambio en Lucas la idea no es nuestro esfuerzo sino el ambiente acogedor
para poder escuchar e interiorizar mejor, es también que tanto Jesús como los
oyentes están en un mismo plano físico todos en la llanura. Sea lo que sea esta
distinción puede ayudarnos a darnos cuenta que estamos ante el mismo sermón en
parte pero con mensajes que se complementan.
Dice José Antonio Pagola que este evangelio no puede
estar escuchado de la misma manera por todos
o
Para los pobres es una buena noticia, que los invita a la
esperanza
o
Para los ricos es una amenaza que los invita a la
conversión[1]
Y para nosotros, para nuestra comunidades cristianas que
queremos seguir a Jesús, este evangelio ¿es una esperanza o una amenaza?
Llevemos esta pregunta a la oración y el Senor nos ayudará a cada uno a
encontrar el mensaje que quiere darnos este domingo.
Jesús está hablando del Reino de Dios. Dios quiere reina
en un mundo diferente al que estamos construyendo. Donde todos como hermanos y
hermanas unos de otros podamos conocer la dicha y la dignidad.
Las palabras de Jesús dan esperanza al que es pobre, al
que sufre, al que no cuenta…
Y al mismo tiempo invita, llama insistentemente a la
conversión, a quien es rico y no comparte, vive encerrado en su egoísmo en su
“bienestar” en todo cuanto no vale aunque crea lo contrario
Dice la Escritura el Señor quiera que todos se salven y
lleguen al conocimiento de la Verdad que es Dios.
Así hemos de amar a todo ser humano, a quien sigue el
camino del Señor y hace el bien y a quien anda lejos del Señor y hace el mal.
Los caminos del Señor son diversos, anda por ellos toda
persona que hace bien a su prójimo conozca a Dios o no lo conozca, pero
colabora con Él en hacer el bien.
Anda fuera de los caminos del Señor quien no hace el bien
y quien hace el mal a otros seres humanos, aunque diga que crea en Dios.
La medida que tiene Dios es “si hemos amado a nuestros
semejantes o no”.
SEGUNDA LECTURA - 1 Cor 15, 12. 16-20
§ Hoy Pablo hace una reflexión sobre nuestra
resurrección
§ Lo que decimos cada domingo en la Misa al
rezar el credo, “…y la resurrección de los muertos…”
§ ¿De verdad creemos lo que decimos? No es
la pregunta entendemos, sabemos porque ni entendemos ni sabemos qué significa
la resurrección nuestra pues es una experiencia que no entra en nuestro diario
vivir.
§ Aquí solo puede funcionar la fe, la fe
incondicional en la verdad de Cristo, en su amor que nos ha demostrado
sobreabundantemente.
§ Sí Señor queremos creer en nuestra
resurrección, aunque no sabemos qué significa, ni cuándo será
§ Decimos con Pablo “…porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia
de todos los muertos.”
RINCÓN
CLARETIANO
MADRE
FUNDADORA – Ma.
Antonia habla de una visión, tal vez podríamos llamarlo experiencia de Dios o
encuentro con Dios. Dicen que cuando dura a lo largo de nuestra vida y la
cambia para mejor, es ciertamente un
encuentro de la persona con Dios.
Esta
visión quedó tan impresa en mi corazón, y todas las palabras que me dijo Cristo
Nuestro Señor tan presentes, que ahora que lo escribo, que ha pasado ya más de
catorce años, me parece que estoy viendo y oyendo a Nuestro Señor Jesucristo
con el mismo modo de entonces.
Desde esta
visión tengo mucho amor a la Pobreza Evangélica (ya la amaba mucho antes),
porque me dijo Nuestro Señor que la Santa Pobreza había de ser el fundamento de
sus nuevos Apóstoles, y que por la falta de esta virtud ha venido a tierra toda
la Religión.[2]
PADRE FUNDADOR
Cuando después me hallaba solo en la ciudad
de Barcelona, como en su lugar diré, al ver y oír cosas malas, me recordaba y
me decía: Eso es malo, debes huirlo; más bien debes dar crédito a Dios, a
tus padres y a tu maestro, que a esos infelices que no saben lo que se hacen ni
lo que dicen.
Mis padres y maestro no sólo me instruyeron
en las verdades que había de creer, sino también en las virtudes que había de
practicar. Respecto a mis prójimos, me decían que nunca jamás había de coger ni
desear lo ajeno, y si alguna vez hallaba algo lo había de volver a su dueño.
Cabalmente un día al salir de la escuela, al pasar por la calle que iba a mi
casa, vi un cuarto en el suelo, lo cogí y pensé de quién podría ser para
devolvérselo, y no viendo nadie en la calle, pensé si habría caído de algún
balcón de la casa de enfrente y subí a la casa, pedí por el dueño de la casa y
se lo entregué.[3]
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